Tercera edad asistencia al alimentar al anciano
Asistencia al alimentar al anciano
Alimentar al anciano representa reto a la inteligencia de quien lo cuida: puede ser desde dedicarle un poco de tiempo acompañándolo, conversar con el anciano mientras come, hasta casi suplicarle, hacerle promesas, decirle que recibirá algunos premios, desesperarse o montársele tratando de meterle la cuchara porque “es por su bien”.
Hay que tener en cuenta que el anciano sano, aunque esté totalmente incapacitado, come lo que le den.
No se recomienda poner la televisión mientras se da de comer al anciano, esto contribuye a una peor socialización del anciano con quienes lo rodean. Se recomienda siempre estar de pie a la hora de alimentar al anciano.
Si el anciano está enfermo, llama a su médico
Recuerda también que la alimentación que le brindas a tu anciano es para el propio bienestar del mismo, no para ti, hácelo saber si es posible. No olvides también que la capacidad del estómago de la persona es mucho menos que la tuya, por lo tanto no esperes que coma la misma cantidad.
Al disponerte a alimentarlo, trátalo con suavidad, déjale ver que ese tiempo es para él, ponle música calmada, adopta una actitud serena, sonríele, háblale con cariño, pero nunca finjas, recuerda que las palabras aderezadas con afecto siempre acarrean buenos resultados.
Sus alimentos deberán estar siempre a una temperatura conveniente, tal y como a ti te parecerían justos: la presentación deberá ser, en lo posible, apropiada, llamativa. Lo ideal es y siempre será que le des de comer en el comedor, a la hora en que todos comen, para favorecer su apetito y su convivencia con el resto de la familia. Evita tenerlo comiendo en una habitación aparte, separado de la familia, hasta que llegue el momento en que eso sea necesario (alimentación por sondas, agresión de parte del anciano al recibir los alimentos). Por otro lado, el resto de la familia recibe de esa manera una sutil información que años más tarde le podrá ser útil.
Coloca de preferencia un delantal de plástico para evitar derrames de alimentos en su ropa; con esa medida, no tendrás que cambiarlo en innumerables ocasiones. Sitúate siempre sentado frente o a un lado de la persona. De esa forma te darás cuenta de cualquier situación normal (que se pase el bocado, que desee tirarlo, si se ensució los labios, etc.), o anormal (si se atraganta; recuerda que es una situación que muy comúnmente causa la muerte en el anciano por asfixia).
Gentilmente, cucharada a cucharada, lleva a su boca los alimentos que él o ella acepte. Fuérzalo suavemente sin llegar al punto de prometerle premios si come, o menos aún amenazarlo si no lo hace, recuerda que él aceptará lo que a él le satisfaga. No quieras que coma lo que tú, ni que coma para satisfacerte a ti. La necesidad de alimentarlo es de él, no tuya.
La cuchara o cubiertos que emplees para la alimentación del anciano deberán de ser los apropiados, evita cucharas demasiado grandes o de bordes filosos, evita también en lo posible el uso del cuchillo y del tenedor. Si te ves en la necesidad de cortar los alimentos, hazlo en la cocina, antes de sentarte a alimentarlo. El uso del tenedor déjalo para cuando la persona que cuidas te lo pida. Esas pequeñas precauciones evitarán que le lesiones la lengua, las encías, u otras estructuras bucales.
Dietas especiales
La mayoría de los adultos mayores que requieren de auxilio a la hora de los alimentos tienen también la necesidad de dietas especiales, ya en su composición, ya en su textura, o en su preparación. Las dietas para diabéticos serán indicadas por su médico, aunque muchos, son relativamente estables y es posible ser un poco más flexible al alimentarlos.
Otros casos exigen una preparación especial, como aquellos en los que se requieren dietas limitadas en calorías. Tales dietas se encuentran en el mercado, pero el más apropiado para establecerlas es el médico que atiende al anciano. Cuando se trata de una persona obesa tiene muchas, tal vez demasiadas probabilidades, de sufrir infarto cerebral o de miocardio.
La situación más frecuente será siempre la de alimentar a un anciano sin dientes, es decir, sin la capacidad de masticar con facilidad, por lo que una medida ideal la constituyen los purés y los licuados. Los purés son la comida regular licuada y sin haberla colado (la fibra contenida en los alimentos será definitivamente benéfica para obrar o defecar con menor dificultad), cuidando de no revolver todos sus platillos en un solo puré (imagínate a ti mismo comiendo eso). En los licuados, el elemento dominante es el agua o la leche. Trata invariablemente de percatarte que sus alimentos sean de buen sabor y temperatura, tal y como lo hacías con tus hijos...¿recuerdas?
Alimentación por sonda. Cuidados
Muchos de los adultos mayores con problemas neurológicos requieren ser alimentados a través de una sonda o tubo de material plástico que pasa generalmente por uno de los orificios de la nariz o, en otras ocasiones, a través de una incisión que se practica en el cuello o en el abdomen. Con esta medida se garantiza el aporte nutritivo del paciente, a pesar de que no pueda tragar. La dieta que se administra de esta forma generalmente es aconsejada por su médico, aunque se ha encontrado que la comida regular licuada con suficiente agua y colada (ahora sí, para evitar que se tape u obstruya la sonda), constituye una excelente forma de nutrición del paciente en esta situación. La cantidad de cada comida la fija el médico basándose en la respuesta de la persona atendida.
Para la alimentación con sonda se requiere una sonda generalmente colocada por el médico, ya en la nariz, en el cuello o en el abdomen. Estas últimas deben de ser colocadas en la sala de operaciones, por médico especialista y con el paciente anestesiado ligeramente. A ambas sondas se les conecta una bolsa que contiene la comida ya preparada.
Ésta se debe colocar a una altura superior a la del tronco de la persona; de lo contrario, por gravedad, lo que se encuentre en el estómago (restos de alimentos, jugos gástricos), saldrá por la sonda hacia la bolsa. A mayor altura de la bolsa, mayor será la velocidad con que pasen los alimentos al estómago, por lo que se deberá colgar la bolsa a determinada altura (60 ó 70 cm. por arriba del nivel del paciente) y con un control tipo tornillo que estrangula la manguerita que forma parte de cada bolsa. Cada “bolo” o bolsa con alimentos deberá pasar lentamente, durando desde 20 minutos hasta una hora o lo que le indique su médico. Invariablemente, después de pasarle sus alimentos por la bolsa, deberá de pasarle de 50 a 250 c.c. de agua, para que la sonda pueda lavarse, a la misma velocidad que le pasó los alimentos anteriores. La bolsa hay que lavarla en el lavamanos o en el fregadero con agua tibia, dejándola lista para la siguiente comida.
Si la bolsa se perfora, cámbiala por una nueva y recuerda que no requiere esterilización. Una vez pasados los alimentos y el agua, en la experiencia se ha encontrado que la sonda que pasa por la nariz debe dejarse sin tapar ni anudar, para permitir salir por ella el aire que exista en el estómago. Solamente debes recordar que hay que colocarla por encima del nivel del cuerpo para evitar cualquier reflujo por la sonda. La que se coloca en el abdomen, sí es conveniente cerrarla de alguna forma.
En el caso del paciente alimentado por sonda, es extraordinariamente frecuente el estreñimiento.
Su médico será el indicado para prescribir algún medicamento o alguna medida (lavados intestinales o enemas, supositorios, maniobras digitales y manuales) para ayudar a la persona a que evacúe.
El cuidado de la sonda es lógico puesto que debe de estar siempre limpia y libre de depósitos alimenticios. La sonda que se introduce por la nariz (sonda nasogástrica), se cambia cada vez que está sucia o cuando toma un color café. En ocasiones debe ser cada 7 días y eventualmente tolera ser cambiada cada 20 ó más días pero lo conveniente es que la cambies cuando mucho cada 10 días.
Como se debe fijar a alguna parte de la cara (frente, la mejilla), es muy aconsejable el utilizar una cinta del tipo micropore para evitar lastimar la piel al retirarla.
Otra medida necesaria es la de impedir que la sonda ejerza excesiva presión contra el ala de la nariz por la que está pasando, ya que podría causar necrosis (muerte de un área de cualquier tejido).
El aseo cuidadoso, mas no escrupuloso, es recomendado en la nariz y las áreas vecinas por donde penetra la sonda.
En lo referente al cuidado de la sonda que penetra por el abdomen, dado que por lo general está construida con un material antiadherente, requiere ser cambiada con menor frecuencia que la nasogástrica.
El cambio de sonda deberá hacerlo el médico que la colocó, o un médico con esta capacitación. Puesto que la sonda penetra por una perforación quirúrgica en la pared del abdomen, el aseo cuidadoso y la limpieza escrupulosa son necesarios para evitar la instalación de un proceso infeccioso en el área.
También es muy recomendable mantener el sitio por el que penetra la sonda cubierto con una gasa con vaselina.
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