ACV discapacidades causadas por un accidente cerebrovascular
ACV discapacidades causadas por un accidente cerebrovascular
Tipos de discapacidades que puede ocasionar un ACV
El tipo de discapacidad y sus grados tras una apoplejía van a depender del área del cerebro que ha recibido el daño. Por lo general, la apoplejía puede ser causante de 5 tipos de discapacidades: dificultades en el control del movimiento o parálisis, algunas perturbaciones sensoriales e incluso dolor, también puede causar dificultades para comprender y usar el idioma, problemas con el pensamiento y la memoria, y hasta puede ser causante de perturbaciones emocionales.
Dificultades en el control del movimiento o parálisis (control motriz)
Tras una apoplejía, la parálisis es una de las discapacidades más comunes. Por lo general afecta solamente al lado del cuerpo opuesto a lado del cerebro donde fue causado el daño, puede afectar la cara, un brazo, una pierna, o puede afectar a un lado entero del cuerpo. A este tipo de parálisis que afecta a un lado del cuerpo se le conoce con el nombre de hemiplejía (a la debilidad de un de un solo lado se e conoce como hemiparesia).
Las personas afectadas por una hemiparesia o hemiplejía pueden tener ciertas dificultades a la hora de realizar las actividades diarias como caminar o agarrar objetos.
En algunos pacientes que sufrieron una apoplejía también se presentan dificultades para tragar, a esto se le conoce como disfagia, y es debido al daño a la parte del cerebro que se encargan de controlar los músculos para tragar.
Si la persona recibe un daño en la parte inferior del cerebro que lleva el nombre de cerebelo, puede ver afectada su habilidad del cuerpo para coordinar el movimiento, es decir, a esta discapacidad se le llama ataxia, y provoca problemas con la postura corporal, el caminar y el equilibrio.
Perturbaciones sensoriales incluyendo el dolor
Los pacientes que han sufrido un ataque cerebrovascular pueden perder su habilidad de sentir cuando los tocan, o de sentir el dolor, la temperatura, o la posición. La falta de sensibilidad también puede entorpecer la habilidad de los pacientes de reconocer los objetos que sostienen y puede ser tan severa que hace que el paciente no reconozca su propia extremidad. Algunos pacientes sienten dolor, entumecimiento o sensaciones raras de hormigueo o picazón en las extremidades paralizadas o debilitadas, lo que se conoce como parestesia.
Los sobrevivientes de una apoplejía a menudo tienen una variedad de síndromes de dolor crónico que resultan del daño inducido por el ataque cerebrovascular al sistema nervioso (dolor neuropático). Los pacientes que tienen un brazo seriamente debilitado o paralizado a menudo sienten un dolor de moderado a severo que se extiende del hombro hacia fuera. Más a menudo, el dolor resulta de la inmovilidad de una articulación o coyuntura debida a la falta de movimiento y a que los tendones y ligamentos alrededor de la articulación se fijan en una sola posición. Comúnmente, esto se llama una articulación "congelada"; el movimiento "pasivo" de la articulación de la extremidad paralizada es esencial para evitar la dolorosa "congelación" y para permitir que el paciente se mueva con facilidad siempre y cuando regrese la fuerza motriz voluntaria. En algunos pacientes que han tenido un ataque cerebrovascular, las vías de sensación del cerebro se dañan causando la transmisión de señales falsas que resultan en sensaciones de dolor en la extremidad o en el lado del cuerpo que tiene el déficit sensorial. El más común de estos síndromes de dolor se llama el "síndrome de dolor talámico", que puede ser difícil de tratar aún con medicamentos.
La pérdida de contingencia urinaria es bastante común inmediatamente después de una apoplejía y a menudo resulta de una combinación del déficit sensorial y el motriz. Los sobrevivientes de una apoplejía pueden perder su habilidad para sentir la necesidad de orinar o para controlar los músculos de la vejiga. A otros les puede faltar la movilidad para alcanzar el inodoro a tiempo. También puede haber una pérdida del control intestinal o contingencia fecal o el estreñimiento. La incontinencia permanente después de una apoplejía no es común. Sin embargo, aún la pérdida temporal del control de la vejiga o del control intestinal puede ser emocionalmente difícil para los sobrevivientes de un ataque cerebrovascular.
Problemas en el uso y entendimiento del idioma (afasia)
Por lo menos un cuarto de todos los sobrevivientes de un ataque cerebrovascular sufren de algún deterioro en el lenguaje que involucra la habilidad para hablar, escribir y comprender el idioma hablado y escrito. Un daño inducido por un ataque cerebrovascular a cualquiera de los centros de control del lenguaje del cerebro puede deteriorar severamente la comunicación verbal. Un daño al centro del lenguaje localizado en el lado dominante del cerebro, conocido como el área de Broca, causa la afasia expresiva. Las personas con este tipo de afasia tienen dificultad para expresar su pensamiento a través de las palabras o por escrito. Pierden la habilidad para decir las palabras que están pensando y para unir palabras en oraciones coherentes y gramaticalmente correctas. En comparación, el daño a un centro del lenguaje localizado en la parte trasera del cerebro, llamada el área de Wernicke, resulta en una afasia receptiva. Las personas con este problema tienen dificultad para comprender el idioma hablado o escrito y a menudo tienen un habla incoherente. Aunque pueden formar oraciones gramaticalmente correctas, a menudo su habla no tiene sentido. La forma más severa de afasia, la afasia global, está causada por un daño extensivo a varias áreas involucradas en la función del lenguaje. Las personas con afasia global pierden casi todas sus habilidades lingüísticas; no pueden entender el idioma ni usarlo para expresar pensamientos. Una forma menos severa de afasia, llamada afasia anómica o amnésica, ocurre cuando solo hay un daño cerebral mínimo; sus efectos a menudo son muy leves. Las personas con afasia anómica simplemente pueden olvidarse selectivamente de grupos interrelacionados de palabras, como los nombres de personas o clases específicas de objetos.
Problemas con el pensamiento y la memoria
La apoplejía puede dañar partes del cerebro responsables por la memoria, el aprendizaje, y el discernimiento. Los sobrevivientes de una apoplejía pueden tener la concentración dramáticamente reducida o pueden experimentar déficit en la memoria a corto plazo. También pueden perder su habilidad para hacer planes, comprender el significado de las cosas, aprender tareas nuevas, o involucrarse en otras actividades mentales complejas. Dos déficit bastante comunes que resultan de una apoplejía son la anosognosia, una inhabilidad para aceptar la realidad de los deterioros físicos que resultan de la apoplejía, y la negligencia unilateral, es decir, la pérdida de la habilidad para responder a objetos o estimulación sensorial en un lado del cuerpo, generalmente el lado dañado por la apoplejía. Los sobrevivientes de un ataque cerebrovascular que desarrollan apraxia pierden su habilidad para planificar los pasos involucrados en una tarea compleja y para llevar a cabo los pasos en la secuencia apropiada. Los sobrevivientes de la apoplejía con apraxia también pueden tener problemas para seguir una serie de instrucciones. Parece que la apraxia es causada por una interrupción en las conexiones sutiles que existen entre el pensamiento y la acción.
Perturbaciones emocionales
Muchas personas que sobreviven una apoplejía sienten miedo, ansiedad, frustración, rabia, tristeza y una sensación de pesar por sus carencias físicas y mentales. Estos sentimientos son una respuesta natural al trauma psicológico de una apoplejía. Algunas perturbaciones emocionales y cambios de personalidad son el resultado de los efectos físicos del daño cerebral. La depresión clínica, que es una sensación de desolación que interrumpe la habilidad de la persona para funcionar, parece ser el trastorno emocional que los sobrevivientes de una apoplejía sienten más a menudo. Las señales de una depresión clínica incluyen perturbaciones en el sueño, un cambio radical en los patrones de alimentación que pueden conducir a una pérdida o aumento repentino de peso, letargo, reclusión social, irritabilidad, fatiga, auto-desprecio, y pensamientos suicidas. La depresión después de la apoplejía se puede tratar con medicamentos antidepresivos y terapia psicológica.
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